
Rondando en medio de los escritos de Freud supe (no sin miedo) que la posibilidad de crecer, psicológicamente hablando, va de la mano con la necesidad, el deseo y la capacidad de separarse psíquicamente de los padres. Con el lenguaje profundo y aguerrido de un poeta Freud me describió el ímpetu de esta necesidad. La mirada profunda y penetrante de Freud me permitió ver que esta separación, lejos de ser un proceso racional y ecuánime, se manifiesta inconscientemente como un deseo parricida. De hecho, a través de algunos de sus textos Freud me contó que en el corazón de todo hijo yace el deseo de asesinar al padre y ocupar su lugar.
Un par de años después otros textos psicoanalíticos, esta vez escritos por una mujer (Melanie Klein), me relataron que antes de que la separación entre padre e hijo se manifieste a través del deseo inconsciente de asesinar al padre, en lo más profundo del alma humana se ha expresado ya inconscientemente una necesidad aún más primaria y primitiva: la necesidad imperiosa de poderse separar de la madre. Me pregunto si, tratando de seguir la "lógica del inconsciente", ¿se podría llegar a afirmar que si el deseo de separarse del padre se expresa a través del parricidio, la necesidad de separarse de la madre ha de manifestarse por su equivalente, es decir a través del matricidio?. No lo sé... pero, lo que si alcanzo a presentir con claridad es que de no ocurrir esta separación entre madre e hijo, la vida psíquica podría llegar a adquirir formas aterradoramente contranaturales.
En general, este tipo de exploraciones psicoanalíticas nos permite entrever las dificultades que trae consigo abandonar los primeros amores y, al mismo tiempo, nos hace viable percatarnos de la imperiosa necesidad, que debimos haber sentido en lo más profundo de nosotros, de romper con los lazos afectivos de la infancia para poder así quedar libres para volcarnos hacia los amores de la vida futura.
Si la idea de un deseo parricida suena atroz... ¿qué decir de lo que nos invade al tratar de representarnos la idea de un deseo matricida? Yo sin embargo, siento que permitirnos jugar con esa idea, por aterradora que nos parezca, puede reconciliarnos, por paradójico que sea, no sólo con nuestra propia naturaleza, sino con la vida misma.
Tengo en mente a ciertos escritores de literatura que, a través de la ficción literaria, han sabido recrear algunas de las complejidades más profundas y más dolorosas respecto a las contrariedades que caracterizan la relación entre madre e hijo. Quizá esa es una de las razones por las que termino transcribiéndolos y recordándolos incesantemente en este blog. Este es el fragmento que hoy he querido transcribir y que hace eco con aquello que escucho de diversas maneras y a través de variadas voces en mis viajes por las tierras del psicoanálisis y de la literatura.
"No era el momento apropiado para que Coleman recordara su infancia. No era el momento de admirar la lucidez, el sarcasmo o el valor de su madre. No era el momento de dejarse subyugar por el fenómeno casi patológico del amor materno. No era el momento de oír las palabras que ella no decía pero que eran incluso más reveladoras que las que decía. No era el momento de pensar más que aquellos pensamientos con los que él había ido armado. Desde luego, no era el momento de recurrir a explicaciones, de hacer una admirable enumeración de las ventajas y las desventajas y fingir que su decisión era lógica. No había ninguna explicación posible de la atrocidad a la que la sometía. Era el momento de concentrarse a fondo en lo que le había llevado allí. Si ella excluía la alternativa de repudiarle, entonces lo único que podía hacer era encajar el golpe. Tenía que hablar con serenidad, decir poco, olvidarse del cabello de Iris y, durante tanto tiempo como fuese necesario, dejar que ella siguiera hablando y absorbiera así en su ser la brutalidad de lo más brutal que él había hecho jamás.
La estaba matando. No tienes que matar a tu padre, pues el mundo lo hará por ti. Hay muchas fuerzas dispuestas a acabar con tu padre. El mundo se encargará de él. Quien está ahí para que la asesines es la madre, y eso es lo que Coleman vio que le estaba haciendo, el muchacho al que aquella mujer había amado con locura. ¡Asesinarla impulsado por su emocionante idea de la libertad! Habría sido mucho más fácil sin ella, pero solo mediante esta prueba puede él ser el hombre que ha decidido ser, separado inalterablemente de lo que recibió al nacer, libre para luchar por ser libre como cualquier persona desearía ser libre. Para obtener de la vida el destino alternativo, y en sus propias condiciones, debe hacer lo que es preciso hacer. ¿No quiere la mayoría de la gente librarse de la jodida clase de vida que les ha tocado en suerte? Pero no se libran, y eso es lo que hace de ellos lo que son, y lo que hacía de él lo que era. Dar el golpe, hacer el daño y cerrar la puerta para siempre. No le puedes hacer eso a una madre amorosa que te quiere de una manera incondicional y que te ha hecho feliz, no puedes inflingir ese dolor y entonces creer que seguirás tu camino como si nada. Es algo tan terrible que jamás podrás librarte de ese peso y tendrás que soportarlo (…) Esta es su prueba. Este hombre y su madre. Esta mujer y su querido hijo".
Philip Roth.
La Mancha Humana.