domingo, 5 de septiembre de 2010

Sin decir palabra


Hay momentos en los que me es difícil encontrar palabras.  Sé que ha habido momentos en los que lo más significativo lo he expresado y me ha sido expresado sin palabras.  Y también he tenido ciertos momentos en los que las palabras que dije o que me dijeron fueron dichas sólo para entablar ese otro diálogo, ese diálogo fundamental, definitorio, que pudo ser comunicado precisamente porque fue dicho sin palabras.  
Hace poco volví a leer Mientras Agonizo.  En esta novela Faulkner volvió a llevarme, con la maestría fiera y salvaje de su escritura, a momentos donde se resalta la fuerza contundente de todos esos diálogos inapelables que muchas veces sólo podemos entablar sin decir palabra.  

(...) Y recogíamos los copos de algodón, camino de la sombra secreta, y nuestros ojos se hundían los unos en los del otro, al tocarse mis manos y sus manos, y yo sin decir nada.  Yo dije: "Qué estás haciendo?" Y él dijo: "Estoy echando los copos en tu talega". Y de esta manera estuvo llena cuando llegamos al final del liño, y yo no pude remediarlo.

Y así ocurrió que yo no pude remediarlo.  Ocurrió entonces, y entonces yo vi a Darl y vi que se había dado cuenta.  Dijo que lo sabía sin decir palabra, igual que si dijera que madre se estaba muriendo: sin decir palabra; y supe que él lo sabía, porque si él lo hubiera dicho con palabras, yo no me hubiera creído que él había estado allí ni que nos viera.  Pero él dijo que lo sabía, y yo dije: " Es que vas a contárselo a padre, es que quieres matarle?"  Sin decir palabras lo dije, y él dijo: "¿Por qué?", sin decir palabra.  Y por eso puedo hablarle, pues le conozco y le odio, porque él lo sabe.
Está en la puerta mirándola.
- Qué es lo que quieres, Darl? - digo.
- Se está muriendo - dice -. Y esa vieja zopilote de Tull viene a verla morir; pero yo me las entenderé con ellos.
- ¿Cuándo va a morirse? - le digo.
- Antes que volvamos- dice él.
- Entonces, ¿ por qué te llevas a Jewel?- le digo.
- Le necesito para que me ayude a cargar.

William Faulkner. 
Mientras Agonizo

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